El elevado precio de la vivienda es un problema que comenzó en lugares turísticos pequeños, pero que poco a poco se ha ido extendiendo a otros lugares.
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Invito al lector a hacer una reflexión en otro sentido que no es el jurídico: cómo me posiciono yo frente al conflicto que tengo con mi vivienda.
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Nos encontramos frecuentemente con un conflicto en el que se contemplan 3 variables: propietario, inquilino y Estado. Desde un punto de vista sistémico, ¿cómo puede una relación de arrendamiento ser equilibrada? Podríamos preguntarnos lo siguiente:
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Propietario: ¿La propiedad que ofrezco vale el precio que estoy pidiendo por ella?
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Inquilino: ¿Estoy cuidando la propiedad con la diligencia debida y pagando lo acordado?
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Estado: ¿Debo construir viviendas de protección oficial?
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Estas preguntas y muchas más dan lugar a un gran debate en la materia. Dejando a un lado la legalidad y la economía de libre mercado que no permite regular precios, podríamos plantearnos si ante la situación que nos toca vivir estamos actuando como víctimas esperando que el Estado resuelva nuestra situación, como perpetradores aprovechando la escasez de vivienda para subir el precio o tal vez aprovechando la lentitud de la justicia para dejar de cumplir nuestras obligaciones como inquilinos; o tal vez como salvadores, tratando de resolver un problema de un alcance mucho mayor que nosotros.
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Supongo que cuando tenemos un problema de este tipo, lo primero que hacemos es buscar un abogado para que haga justicia por nosotros pero, ¿Nos hemos preguntado cómo hemos llegado a esta situación, qué podemos aprender de ella y qué podemos hacer para vivirla de manera diferente?
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