Hoy viajamos más que antes. O al menos viajábamos antes del coronavirus. Es habitual que las personas hayan visitado Tailandia o Nueva York y hay incluso artículos por internet que dicen que “viajar produce más felicidad que casarse y tener hijos”.

Yo creo que teniendo en cuenta que la felicidad proviene de una fuente interna, es difícil que un factor externo como viajar o casarte pueda producirte algo que tú no tienes dentro. Viajar es maravilloso, aunque puedas tener durante el camino experiencias poco placenteras (cansancio, que te siente mal una comida, etc.). Y casarse o tener hijos también puede ser maravilloso, aunque tenga ratitos desagradables, como las inevitables discusiones de pareja o el agotamiento que produce la actividad diaria como padre/madre.

¿Tal vez confundimos el placer con la felicidad? ¿Tal vez esa fugacidad de los viajes, que nos producen placer, es como cuando estamos conociendo una persona al principio y cuando surgen las primeras desavenencias ya no nos gusta? ¿Nos gustaría vivir toda la vida viajando? ¿Cuando vuelves a casa, cómo te sientes?

“Podrás recorrer el mundo pero tendrás que volver a ti”.

Krishnamurti.

A mi entender, no hay mejor viaje que aquel que nos conduce a nosotros mismos. Hemos visitado países y culturas pero, ¿nos hemos atrevido a visitar nuestro interior, escuchando el ruido del silencio? Esta cuarentena nos ha forzada a visitarnos a todos aquellos que aun no lo hayamos hecho. ¿Qué tal te está sentando la experiencia?

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